La verdad es que el final de este año que se acaba en unos días está siendo un visto y no visto. Desde septiembre hasta ahora, desde que murió mi abuela casi podría decir, muchas cosas han pasado en muchos aspectos de mi vida y creo que pocas he contado aquí. Por ese motivo, aquí va un pequeño resumen que podría incluso valer como resumen del año.
Septiembre, octubre y noviembre fueron los meses de la compra de casa, compra de casa que se firmó ya empezado diciembre. Desde entonces días de limpieza y arreglos de una casa con potencia ... y mucho trabajo por delante.
Y entre medias, un despertar futbolístico de esos que pasan muy de vez en cuando solo que esta vez fue especial. Esta vez debí marcar como diez goles en un partido de diferente factura. Y al partido siguiente más o menos por el estilo. Y entonces se fue la magia, tal como pasaba en la película de Robin Williams. De vez en cuando se produce algún chispazo como el de hoy, último partido del año que he empezado con un zapatazo a la mismísima escuadra que me hizo ilusionarme con otro de esos días de inspiración de cara al gol pero que finalmente no resultó ser sino el recuerdo de lo que fue y posiblemente nunca ya más sea; mi particular canto del cisne.
De hecho, si tengo resumir estos cuatro últimos meses posiblemente lo haría como una racha de suerte sin parangón; simplemente eso. Esa racha de suerte ha podido incluir cosas como una casa con capacidad para albergar más perros que personas, una bonita colección de goles y por último un "torneo de suerte". Ese torneo de suerte no es ni más ni menos que una competición en el trabajo para ver quién ganaba más fichas en un casino. Y resulté ser yo. Aunque eso merece una entrada aparte. Una entrada que escribiré después y publicaré antes así que tampoco voy a extenderme mucho más.Y por el momento me despediré con unos versillos de final de año tal como he estado haciendo durante los últimos ... los que sea.
Tresciento sesenta y cinco días
En que la vida pasa con y sin daño,
En algunos se te va la alegría,
En otros la alegría te la lía,
Y en el último, la esperanza: un nuevo año.
Feliz Año, Domingo.
Domingo's Blog (2014 never been better)
No sabemos si será complicado; sí que se intentará.
sábado, 27 de diciembre de 2014
El rey del casino
Fue justo al día siguiente; justo al día siguiente del cumpleaños del niño de la familia, la niña de los amigos y la antigua compañera de trabajo. Esta vez había aprendido la lección y no iba hecho un fantoche. En esta empresa el sentido del ridículo lo llevan mal. Por no ver ni se ve a alguien diciendo que se ha equivocado aunque lo haya hecho. Quizás son costumbres de empresa, no lo sé. El caso es que llevaba el atuendo adecuado y el coche ... prestado por el museo
Esta vez presentía que habría un concurso y que el concurso tendría que ver la ruleta. Por las razones equivocadas pero al final acerté. Empezó el concurso, todos recibimos 20 fichas de casino y éramos libres de gastarlas bien jugando al Black Jack (del cual recordaba las reglas de las explicaciones recibidas el año anterior) o bien jugando a la ruleta.
Comencé jugando al black jack y comencé con suerte. Tras unos diez minutos jugados llevaba ya unas 30 fichas ... y el convencimiento de que aquello no era mucho más divertido que el póker, que me parece aburridísimo. Así pues, decidí que iríamos con la táctica de siempre, todo o nada, all-in en el lenguaje del sector, a la ruleta. En realidad no fue un todo o nada, fue una mezcla, muy afortunada mezcla de todos o nadas y jugadas de tanteo. En las jugadas de tanteo mi suerte fue dispar pero en las de todo o nada gané siempre. Eso hizo que, tras varias apuestas, tuviera en mi poder algo más de 300 fichas. Creo que debí ser el primero en llegar a esa cantidad.
Entonces la cosa cambió. Mi interés por marcharme se vio refrenado por la posibilidad de ganar el primer premio, premio que otras veces había sido bastante goloso. Lo primero que decidí es que pararía de jugar y que iría viendo pasar los ataúdes de mis competidores ahogados en su propia avaricia. Eso hice durante casi una hora. En ese tiempo vi a varias personas superar mi número de fichas y a casi todas cegarse al ver que otros lo habían conseguido y perderlo todo. No sabía cuántas personas estaban siguiendo mi estrategia pero sí calculaba que no muchas.
Mientras tanto alguna apuesta menor perdida incluyendo las fichas de algún compañero que quería que fuera yo el que se las jugase. No era su noche, solo la mía.
A falta de unos 15 minutos, de 12 tiradas de ruleta más o menos, habida cuenta de que varias personas me superaban, decidí hacer un último par de apuestas que decidirían si tenía opciones de victoria o no. La primera salió cruz; la segunda, la que importaba, cara. Tenía en mis manos 560 fichas. Paré de jugar de nuevo.
Mientras estudiaba a los posibles rivales, reducidos solamente a dos o tres. Uno era un amigo al que la suerte y una estrategia razonable le había hecho (sin saberlo) superarme anteriormente y, con la suerte de su parte, estaba en condiciones de hacerlo de nuevo. Para ello tenía que seguir jugando, que era lo que hacía porque pensaba que había otra persona con una gran cantidad de fichas de la que se tenía que distanciar. Otra era una chica que aparentaba tener un gran número de fichas de diferente cuantía, lo que dificultaba saber exactamente cómo de peligrosa era.
Dos últimas tiradas, mi amigo se arriesgó y ganó. Hice un recuento mental y yo seguía todavía en cabeza pero por muy poco. La chica seguía ganando cantidades más pequeñas.
Última tirada, pregunté educadamente a mi amigo si se iba a arriesgar y me dijo que no, di las gracias internamente. No recuerdo si la chica apostó o no ni el resultado.
Empezó el recuento: de forma un tanto traviesa, enseño mis fichas (hasta el momento ocultas) a mi amigo. Afortunadamente para él en este tipo de eventos suelen dar tres premios. El croupier cuenta primero sus fichas, 530. Realmente muy bien para haber empezado por 20 y haber realizado un gran número de apuestas.
A continuación voy yo, 560 fichas conseguidas con más suerte que apuestas.
Ningún candidato oculto a excepción de la chica que vuelca sobre la mesa lo que atesoraba en su bolso. A ojo, la cosa iba a estar justa. Muchas fichas de diversa valía pero ... muchas fichas. Mi amigo seguro de que no superaría las 530, yo no tan seguro. Acaba el conteo y son 539. Ya había pódium.
Me llamó la atención que la competición acabara como las vueltas ciclistas. Tras miles de kilómetros, horas sobre el sillín, y solamente unos segundos separan a los tres primeros. En este caso, tras diversas apuestas con fichas de 100, solamente 30 fichas entre primero y tercero.
A continuación llaman a los ganadores. En mi caso se produjo una cierta decepción al ver los regalos pero sobre todo por los rumores que habían corrido al respecto. En cualquier caso el regalo es solo la excusa, ganar un concurso aunque solo sea por suerte siempre es gratificante. No solo eso, también quería pensar que no fue solo la suerte y que mi estrategia había ayudado.
Recogí mi premio y me fui de allí con dos lecciones aprendidas. La primera es que espero jamás volver a pisar un casino. Toda la suerte que necesitaba tener la tuve aquella noche. La segunda es que si te mantean tus compañeros de equipo una primera vez, si tus pies consiguen tocar el suelo, puedes intentar (y conseguir) salir andando y evitar un segundo manteo. En cualquier caso, no estuvo mal. Ganar arriesgando dinero de mentira nunca lo está.
Un saludo, Domingo.
Esta vez presentía que habría un concurso y que el concurso tendría que ver la ruleta. Por las razones equivocadas pero al final acerté. Empezó el concurso, todos recibimos 20 fichas de casino y éramos libres de gastarlas bien jugando al Black Jack (del cual recordaba las reglas de las explicaciones recibidas el año anterior) o bien jugando a la ruleta.
Comencé jugando al black jack y comencé con suerte. Tras unos diez minutos jugados llevaba ya unas 30 fichas ... y el convencimiento de que aquello no era mucho más divertido que el póker, que me parece aburridísimo. Así pues, decidí que iríamos con la táctica de siempre, todo o nada, all-in en el lenguaje del sector, a la ruleta. En realidad no fue un todo o nada, fue una mezcla, muy afortunada mezcla de todos o nadas y jugadas de tanteo. En las jugadas de tanteo mi suerte fue dispar pero en las de todo o nada gané siempre. Eso hizo que, tras varias apuestas, tuviera en mi poder algo más de 300 fichas. Creo que debí ser el primero en llegar a esa cantidad.
Entonces la cosa cambió. Mi interés por marcharme se vio refrenado por la posibilidad de ganar el primer premio, premio que otras veces había sido bastante goloso. Lo primero que decidí es que pararía de jugar y que iría viendo pasar los ataúdes de mis competidores ahogados en su propia avaricia. Eso hice durante casi una hora. En ese tiempo vi a varias personas superar mi número de fichas y a casi todas cegarse al ver que otros lo habían conseguido y perderlo todo. No sabía cuántas personas estaban siguiendo mi estrategia pero sí calculaba que no muchas.
Mientras tanto alguna apuesta menor perdida incluyendo las fichas de algún compañero que quería que fuera yo el que se las jugase. No era su noche, solo la mía.
A falta de unos 15 minutos, de 12 tiradas de ruleta más o menos, habida cuenta de que varias personas me superaban, decidí hacer un último par de apuestas que decidirían si tenía opciones de victoria o no. La primera salió cruz; la segunda, la que importaba, cara. Tenía en mis manos 560 fichas. Paré de jugar de nuevo.
Mientras estudiaba a los posibles rivales, reducidos solamente a dos o tres. Uno era un amigo al que la suerte y una estrategia razonable le había hecho (sin saberlo) superarme anteriormente y, con la suerte de su parte, estaba en condiciones de hacerlo de nuevo. Para ello tenía que seguir jugando, que era lo que hacía porque pensaba que había otra persona con una gran cantidad de fichas de la que se tenía que distanciar. Otra era una chica que aparentaba tener un gran número de fichas de diferente cuantía, lo que dificultaba saber exactamente cómo de peligrosa era.
Dos últimas tiradas, mi amigo se arriesgó y ganó. Hice un recuento mental y yo seguía todavía en cabeza pero por muy poco. La chica seguía ganando cantidades más pequeñas.
Última tirada, pregunté educadamente a mi amigo si se iba a arriesgar y me dijo que no, di las gracias internamente. No recuerdo si la chica apostó o no ni el resultado.
Empezó el recuento: de forma un tanto traviesa, enseño mis fichas (hasta el momento ocultas) a mi amigo. Afortunadamente para él en este tipo de eventos suelen dar tres premios. El croupier cuenta primero sus fichas, 530. Realmente muy bien para haber empezado por 20 y haber realizado un gran número de apuestas.
A continuación voy yo, 560 fichas conseguidas con más suerte que apuestas.
Ningún candidato oculto a excepción de la chica que vuelca sobre la mesa lo que atesoraba en su bolso. A ojo, la cosa iba a estar justa. Muchas fichas de diversa valía pero ... muchas fichas. Mi amigo seguro de que no superaría las 530, yo no tan seguro. Acaba el conteo y son 539. Ya había pódium.
Me llamó la atención que la competición acabara como las vueltas ciclistas. Tras miles de kilómetros, horas sobre el sillín, y solamente unos segundos separan a los tres primeros. En este caso, tras diversas apuestas con fichas de 100, solamente 30 fichas entre primero y tercero.
A continuación llaman a los ganadores. En mi caso se produjo una cierta decepción al ver los regalos pero sobre todo por los rumores que habían corrido al respecto. En cualquier caso el regalo es solo la excusa, ganar un concurso aunque solo sea por suerte siempre es gratificante. No solo eso, también quería pensar que no fue solo la suerte y que mi estrategia había ayudado.
Recogí mi premio y me fui de allí con dos lecciones aprendidas. La primera es que espero jamás volver a pisar un casino. Toda la suerte que necesitaba tener la tuve aquella noche. La segunda es que si te mantean tus compañeros de equipo una primera vez, si tus pies consiguen tocar el suelo, puedes intentar (y conseguir) salir andando y evitar un segundo manteo. En cualquier caso, no estuvo mal. Ganar arriesgando dinero de mentira nunca lo está.
Un saludo, Domingo.
sábado, 6 de diciembre de 2014
Tratar los síntomas
Creo que fue esta semana cuando alguien, alguien probablemente del trabajo, habló de un cierto problema que nos azota últimamente o de algún otro que lo hace de forma relativamente frecuente. No estoy seguro de si además antes había pensado en ello la semana anterior debido a un motivo similar. Es posible. En cualquier caso, lo realmente importante es que alguien comentaba que no había que tratar los síntomas sino tratar las causas.
Esto es cierto. En general, pero es cierto. Si en un bosque en llamas apagas solo las llamas pero dejas los rescoldos, es solo cuestión de tiempo y mala suerte en forma de viento que surja otro incendio. De igual forma, si ante la fiebre solo das antipiréticos pero no antibióticos que ayuden a curar la infección, quizás estemos cometiendo un error que tapará la tierra de igual forma que la salsa tapa los errores del cocinero.
Sin embargo, hay enfermedades cuyo único tratamiento conocido es el de sus síntomas. No soy médico ni mi formación médica es excelsa así que, aunque los casos que conozco están siempre relacionados con los virus, es posible que este sea el caso de más patologías. Así de memoria recuerdo que el tratamiento sintomático es el adecuado para la gripe, el ébola y la parvovirosis en los perros. Todas son potencialmente letales pero la gripe en mucho menor grado que los otros dos así que me centraré en estas últimas. Además ambas creo que causaban un sangrado interno que eventualmente cursaba en choque hipovolémico usualmente letal. El tratamiento en ambos casos intenta ayudar al cuerpo a remontar por sus propios medios.
A diferencia del primero, estos virus se cogen potencialmente solo una vez, lo que es entendible aunque solo sea por mera evolución. Es decir, estas enfermedades no son frecuentes durante la vida de una persona, a diferencia, por ejemplo, de la gripe aunque a esta también le tratamos los síntomas.
Pero este podría ser el criterio, o uno de ellos, a seguir acerca de cuándo ir a erradicar la causa raíz o cuándo simplemente tratar los síntomas. Volviendo a un entorno como pueda ser el del trabajo, cuando se produce algo y luego se reproduce y vuelve a suceder, entonces evidentemente hay que intentar arrancar el mal de raíz. Sin embargo, si algo se produce de forma excepcional, quizás sea suficiente con tratar los síntomas. No es que sea algo terriblemente preocupante pero sí posiblemente algo para pensar. Al menos a mí me lo parece.
Un saludo, Domingo.
Esto es cierto. En general, pero es cierto. Si en un bosque en llamas apagas solo las llamas pero dejas los rescoldos, es solo cuestión de tiempo y mala suerte en forma de viento que surja otro incendio. De igual forma, si ante la fiebre solo das antipiréticos pero no antibióticos que ayuden a curar la infección, quizás estemos cometiendo un error que tapará la tierra de igual forma que la salsa tapa los errores del cocinero.
Sin embargo, hay enfermedades cuyo único tratamiento conocido es el de sus síntomas. No soy médico ni mi formación médica es excelsa así que, aunque los casos que conozco están siempre relacionados con los virus, es posible que este sea el caso de más patologías. Así de memoria recuerdo que el tratamiento sintomático es el adecuado para la gripe, el ébola y la parvovirosis en los perros. Todas son potencialmente letales pero la gripe en mucho menor grado que los otros dos así que me centraré en estas últimas. Además ambas creo que causaban un sangrado interno que eventualmente cursaba en choque hipovolémico usualmente letal. El tratamiento en ambos casos intenta ayudar al cuerpo a remontar por sus propios medios.
A diferencia del primero, estos virus se cogen potencialmente solo una vez, lo que es entendible aunque solo sea por mera evolución. Es decir, estas enfermedades no son frecuentes durante la vida de una persona, a diferencia, por ejemplo, de la gripe aunque a esta también le tratamos los síntomas.
Pero este podría ser el criterio, o uno de ellos, a seguir acerca de cuándo ir a erradicar la causa raíz o cuándo simplemente tratar los síntomas. Volviendo a un entorno como pueda ser el del trabajo, cuando se produce algo y luego se reproduce y vuelve a suceder, entonces evidentemente hay que intentar arrancar el mal de raíz. Sin embargo, si algo se produce de forma excepcional, quizás sea suficiente con tratar los síntomas. No es que sea algo terriblemente preocupante pero sí posiblemente algo para pensar. Al menos a mí me lo parece.
Un saludo, Domingo.
sábado, 29 de noviembre de 2014
Tergiverso: Impuestos
Esta semana hablaba con un compañero noruego sobre impuestos. En la compraventa de casas ellos pagan un 2,5% y le parecía mucho hasta que vino aquí. No recuerdo exactamente si se refería al impuesto de transmisión patrimonial que actualmente está en el 8%, creo, o si se refería a la plusvalía que tributa al tipo del ahorro, más del 20%.
En esa misma conversación yo argüía que en un hipotético o no tan hipotético cambio de casa, el tener que vender "barato" para comprar otra cosa igualmente barata. Eso lo hablaba también hace unos meses con una compañera de mi mujer y su marido que se cambiaron de casa el año pasado. La mejor situación, económicamente hablando, se produce cuando tu casa, comprada por 10, se vende por 1 pero te permite comprar por 3 una que antes hubiera costado 30.
En cambio, los impuestos, son otra cosa. Entre impuestos, notaría, gestoría y similares, te gastas un 10% que no hay forma de recuperar en la segunda compra. Es más, en la segunda compra tendrás que abonar otro 10% adicional. En esa circunstancia te viene a la cabeza lo del "impuesto revolucionario" y puedes o no decirlo pero si lo haces te arrepientes pronto porque no son precisamente las mismas circunstancias por las que pasaron las personas que lo sufrieron. Se trata simplemente de impuestos, es decir, nos los imponen y no podemos negarnos. Llegamos incluso a oxímorons como esos recargos temporales de la solidaridad tan propios de la política. Se trata simplemente de impuestos.
Impuesto: Impuesto, eso que tenemos tan bien puesto y que con retroactivo efecto se nos lleva hasta el afecto.Un afecto que se dispara cuando Montoro y los de antes dicen que quieren mofarse y lo hacen en tu cara.
Impuesto: Impuesto, para el político parece voluntario pues políticos a diario los esquivan sin defecto.
Defecto que nunca encuentran y si lo hacen lo hacen tarde pues la cosa está que arde y en la cárcel nunca entran.
Impuesto: Impuesto, para el ciudadano suena a condena pues te atan con cadenas si un día fallas en esto. Y si falla la justicia, ciudadano, a las fallas cuando no para Siberia que este billete de Iberia para ti te está esperando. Y si falla la justicia, político, tú eres otra cosa pues vemos a diario que la pena de telediario es más que menos cosa hermosa.
Impuesto: Impuesto para carreteras, sanidad y educación, aquí cambia la canción pues no debe ser tan malo esto. Y es cierto que ella cambia pues no nos cansan los impuestos, lo que cansan son los casos de política injusta, de justicia politizada y su incesto.
Un saludo, Domingo.
En esa misma conversación yo argüía que en un hipotético o no tan hipotético cambio de casa, el tener que vender "barato" para comprar otra cosa igualmente barata. Eso lo hablaba también hace unos meses con una compañera de mi mujer y su marido que se cambiaron de casa el año pasado. La mejor situación, económicamente hablando, se produce cuando tu casa, comprada por 10, se vende por 1 pero te permite comprar por 3 una que antes hubiera costado 30.
En cambio, los impuestos, son otra cosa. Entre impuestos, notaría, gestoría y similares, te gastas un 10% que no hay forma de recuperar en la segunda compra. Es más, en la segunda compra tendrás que abonar otro 10% adicional. En esa circunstancia te viene a la cabeza lo del "impuesto revolucionario" y puedes o no decirlo pero si lo haces te arrepientes pronto porque no son precisamente las mismas circunstancias por las que pasaron las personas que lo sufrieron. Se trata simplemente de impuestos, es decir, nos los imponen y no podemos negarnos. Llegamos incluso a oxímorons como esos recargos temporales de la solidaridad tan propios de la política. Se trata simplemente de impuestos.
Impuesto: Impuesto, eso que tenemos tan bien puesto y que con retroactivo efecto se nos lleva hasta el afecto.Un afecto que se dispara cuando Montoro y los de antes dicen que quieren mofarse y lo hacen en tu cara.
Impuesto: Impuesto, para el político parece voluntario pues políticos a diario los esquivan sin defecto.
Defecto que nunca encuentran y si lo hacen lo hacen tarde pues la cosa está que arde y en la cárcel nunca entran.
Impuesto: Impuesto, para el ciudadano suena a condena pues te atan con cadenas si un día fallas en esto. Y si falla la justicia, ciudadano, a las fallas cuando no para Siberia que este billete de Iberia para ti te está esperando. Y si falla la justicia, político, tú eres otra cosa pues vemos a diario que la pena de telediario es más que menos cosa hermosa.
Impuesto: Impuesto para carreteras, sanidad y educación, aquí cambia la canción pues no debe ser tan malo esto. Y es cierto que ella cambia pues no nos cansan los impuestos, lo que cansan son los casos de política injusta, de justicia politizada y su incesto.
Un saludo, Domingo.
El once del once
No, esta vez no es sobre fútbol. Esta vez es más bien sobre la Once y aquel anuncio de hace unos años en los que el 11 del 11 repartían algo así como un premio de 10 millones y 10 premios de un millón. El caso es que a principios de mes recordé el anuncio gracias a otra asociación de números. Este mes me tocaba donar sangre, la donación 121, número que a los aficionados a las matemáticas desde pequeños se les graba por no ser sino 11 veces 11.
Por este motivo pensé que sería bonito ir a donar el 11 del 11 y que fuera la vez número 11 que donaba 11 veces. Sin embargo, los recortes hace tiempo que dejaron, en mi caso, como única opción donar el primer lunes de cada mes, los sábados que llueve y no juego al fúbol o en el pueblo una vez cada 3 meses. La tercera no se daba este mes, menos todavía el día 11; la primera, obviamente porque un día 11 no puede ser el primer lunes de un mes, tampoco. Pensé que sería bonito, pero no pudo ser. La segunda tampoco se dio ... cuando debía.
Hará algo más de una semana me di cuenta de que ya había pasado el 11 del 11 y que no había escrito en el blog lo que quiera que se me ocurriera a inicios de mes que estuviera relacionado con el 11 del 11. Unos días después fui a donar. Llegué tarde y doné sangre en vez de plasma tal como tenía previsto. Sin embargo, tampoco pasa nada puesto que venía de una racha de donaciones de plasma. Además, parece que estamos en unos momentos en los que la sangre es más necesaria. Así pues, mi donación 121, 17 años después de la primera, fue de sangre.
Un saludo, Domingo.
Por este motivo pensé que sería bonito ir a donar el 11 del 11 y que fuera la vez número 11 que donaba 11 veces. Sin embargo, los recortes hace tiempo que dejaron, en mi caso, como única opción donar el primer lunes de cada mes, los sábados que llueve y no juego al fúbol o en el pueblo una vez cada 3 meses. La tercera no se daba este mes, menos todavía el día 11; la primera, obviamente porque un día 11 no puede ser el primer lunes de un mes, tampoco. Pensé que sería bonito, pero no pudo ser. La segunda tampoco se dio ... cuando debía.
Hará algo más de una semana me di cuenta de que ya había pasado el 11 del 11 y que no había escrito en el blog lo que quiera que se me ocurriera a inicios de mes que estuviera relacionado con el 11 del 11. Unos días después fui a donar. Llegué tarde y doné sangre en vez de plasma tal como tenía previsto. Sin embargo, tampoco pasa nada puesto que venía de una racha de donaciones de plasma. Además, parece que estamos en unos momentos en los que la sangre es más necesaria. Así pues, mi donación 121, 17 años después de la primera, fue de sangre.
Un saludo, Domingo.
sábado, 22 de noviembre de 2014
Tergiverso: Somos historia
Vuelvo a uno de mis temas recurrentes: el tiempo. Esta semana he sido consciente, por decir de alguna forma, hechos que en un futuro serán considerados historia. Historia general o historia particular. Posibles cambios en la vida de aquellos que los protagonizan. En algunos casos puedo ser yo, en otros un compañero de trabajo e incluso en alguno más alguien que es o era ampliamente conocido en España. Intentaremos contarlo con el "perverso" estilo de García Barbeito ... solo que a mi manera, que en nada puede compararse a la suya.
Esta tranquila semana, escasa de deportes futboleros, ni al mus yo ya juego, ni merengue ni azulgrana.
Ni merengue ni azulgrana, ni azulgrana ni merengue, ni el moderno ébola ni el olvidado dengue, yo a mirar por la ventana.
Ventana que separa, el invierno del aire acondicionado, dos equipos nuevos, modernos, pero siempre el mismo pringado. Pero el pringado está dentro, a este lado de la ventana, que durante toda la semana, nada de fútbol ha jugado.
No ha jugado por sus rodillas aquejadas del merengue, ese que a la cintura es dengue, merengue de rosco y rosquillas.
No ha jugado ni su rodilla ni su panza mientras metía en su memoria que las grandezas de España iban ya camino Soria entre bromas y entre chanzas.
Entre chanzas y entre bromas, iban ya camino Soria una directa a la carcoma y la otra a que hablaran de ella en la Noria.
En la Noria, si es que acaso sigue en parrilla pues yo de ahí ni la morcilla ya recuerdo en mi memoria.
Sí recuerdo a Cayetana y la cantora Isabel que al Alba y por la mañana, lloradas, llorosas se ven. Y se ven entre chanzas y bromas y se ven entre bromas y chanzas, esas mismas alabanzas que nosotros no hemos de ver.
Ni lo veremos, ni yo lo quiero, ni quiero que lo quieran ver, pues yo lo único que quiero, que quiero que quieran ver, es que no lo es todo el dinero y casi casi ni el deber pues las deudas y el dinero juntas van y suman cero y si eso no lo ves, es lo único que quiero.
Y mañana en tu memoria, no seré yo lo primero, estaré camino Soria con mi deber, con mi dinero y, al menos eso espero, una bonita historia.
Un saludo, Domingo.
Esta tranquila semana, escasa de deportes futboleros, ni al mus yo ya juego, ni merengue ni azulgrana.
Ni merengue ni azulgrana, ni azulgrana ni merengue, ni el moderno ébola ni el olvidado dengue, yo a mirar por la ventana.
Ventana que separa, el invierno del aire acondicionado, dos equipos nuevos, modernos, pero siempre el mismo pringado. Pero el pringado está dentro, a este lado de la ventana, que durante toda la semana, nada de fútbol ha jugado.
No ha jugado por sus rodillas aquejadas del merengue, ese que a la cintura es dengue, merengue de rosco y rosquillas.
No ha jugado ni su rodilla ni su panza mientras metía en su memoria que las grandezas de España iban ya camino Soria entre bromas y entre chanzas.
Entre chanzas y entre bromas, iban ya camino Soria una directa a la carcoma y la otra a que hablaran de ella en la Noria.
En la Noria, si es que acaso sigue en parrilla pues yo de ahí ni la morcilla ya recuerdo en mi memoria.
Sí recuerdo a Cayetana y la cantora Isabel que al Alba y por la mañana, lloradas, llorosas se ven. Y se ven entre chanzas y bromas y se ven entre bromas y chanzas, esas mismas alabanzas que nosotros no hemos de ver.
Ni lo veremos, ni yo lo quiero, ni quiero que lo quieran ver, pues yo lo único que quiero, que quiero que quieran ver, es que no lo es todo el dinero y casi casi ni el deber pues las deudas y el dinero juntas van y suman cero y si eso no lo ves, es lo único que quiero.
Y mañana en tu memoria, no seré yo lo primero, estaré camino Soria con mi deber, con mi dinero y, al menos eso espero, una bonita historia.
Un saludo, Domingo.
sábado, 15 de noviembre de 2014
Entrada y media al día
Ayer, leyendo el blog de La Ciencia de la Mula Francis, leí que este hombre había publicado una media de 1,5 entradas al día. Yo no sé cuántas entradas he publicado pero sé que hace años eran casi dos por semana, luego pasé a una por semana y ahora casi estoy llegando a las dos al mes. Si no llego es precisamente por entradas como esta que simbolizan por un lado que no tengo tiempo para publicar más (o tengo otras prioridades en mi vida) y que cada vez me siento más fascinado por una ciencia que (no sé si por mi edad, por las cosas que voy olvidando o un poco por todo) cada vez me fascina más. En concreto el tiempo, que siempre me atrayó, ahora lo hace sobremanera. Hoy, de vuelta del fútbol, veía al lado de la autovía un monte lleno de piedras y pensaba en cómo ese monte había debido estar casi inalterado durante miles de años e incluso hoy en día casi lo está, a pesar de estar al lado de una ciudad.
Un saludo, Domingo.
Un saludo, Domingo.
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