sábado, 30 de agosto de 2014

98% trabajo

Esta mañana, mientras iba en el coche camino del partido de fútbol, pensaba sobre esa frase que creo haber escuchado atribuida a Picasso pero que muy bien pudiera haber sido dicha tanto por él como por muchas otras personas y/o artistas. La frase vendría a decir que el éxito de un artista era 98% trabajo y 2% inspiración (porcentajes variables, obviamente). Versiones parecidas vendrían a decir que el artista debe trabajar a todas horas para que, cuando llegue la inspiración, le encuentre trabajando.

Muchas veces la gente se atribuye el éxito o se queja del fracaso en un momento dado. Sin embargo, no todos son conscientes de que se están felicitando o quejando justo del único momento en que no deben hacerlo porque es precisamente el momento que no depende de uno mismo.

Por supuesto, hay matices. En un ambiente sociolaboralmente deprimido como el actual, el encontrar o no trabajo no depende o puede no depender tanto de cuáles fueron tus elecciones hace diez o quince años porque la crisis no hace distinciones y lo mismo queda desempleado el más cualificado, simplemente porque no iba de copas con su jefe o a comprar zapatos con su jefa que el menos cualificado, simplemente porque es el empleo menos estable y el primero que, llegado el momento, sufrirá las consecuencias.

En cualquier caso, todos tendemos a pensar (imagino que es evolutivamente positivo) que hacemos las cosas mejor de lo que las hacemos, que los éxitos del azar no son tan azarosos y en los fracasos somos más víctimas que culpables.

Sea como sea, lo que sí que es cierto del 98% al 100% es que el lunes vuelvo al trabajo y que me tocará trabajar también del 98% al 120%. Para esas cosas no hay límite superior o al menos no siempre. Seguiremos informando.

Un saludo, Domingo.

sábado, 23 de agosto de 2014

Cojo y solo en casa

"Crecidito, este Macaulay Culkin estaba ya crecidito y no era esta la única diferencia. Nunca fue rubio, ni siquiera cuando tuvo pelo. Nunca fue travieso o al menos no mucho. Nunca fue un niño prodigio aunque algunos dicen que sí un prodigio de niño. En su casa no había ladrones intentando entrar (espero) ni él debía rechazarlos; su familia no estaba de viaje aunque sí fuera ... "

Eso era lo que había empezado a escribir la semana pasada. Por la mañana había ido al médico quien me diagnosticó lo mismo que otro colega suyo y compañero de partido de fútbol mío: calzado inapropiado que causa la lesión que me mantenía enclaustrado. Sin embargo, de repente se me quitaron las ganas de hacer bromas ni comparaciones con ese otrora niño prodigio y ahora músico (o algo así) que reparte pizzas en sus espectáculos.

Llamé a mi madre y me dijo que mi abuela, en el hospital, se encontraba mal. No solo se encontraba mal sino que el pronóstico era el peor de todos. Diez años después de venir de Chicago, pasando por Madrid, recalar en mi casa donde arreglé un ordenador e ir al hospital a pasar la noche cuidando de mi abuela, ella se nos iba y solo era cuestión de saber cuándo. Fue solo un par de horas después. Entonces no lo sabía pero sí sabía que ya no había diferencia con la película. Ya sí estaba "Solo en casa".

El mal rato pasó, como pasan todos. Y te haces a la idea, no hay otro remedio. Y ves un vídeo y aparecen no una sino cuatro o cinco personas que ya no están y entonces sí estaban. Felices, que es como se les recuerda.

Dije antes "diez años después"; no han sido diez años después. Han faltado tres semanas aproximadamente, las mismas tres semanas que, también aproximadamente, han faltado para que mi abuela cumpliera los 94 años. Esta vez, como la anterior, con la cabeza prácticamente perdida. Afortunadamente ha preferido descansar y hacer descansar. Tuvo muy mala vejez, la vejez que no se merecía; incluyendo esa fase final de la que tanto había pedido a Dios que la librara.

El mal rato pasó, como pasan todos. Y te haces a la idea, y vuelves al trabajo y sales tarde para que tus compañeros tengan todo lo mejor posible durante tu breve ausencia. Y juegas al fútbol y vas de barbacoa. Y verás un vídeo y aparecerán no cuatro o cinco sino más personas que ya no estarán y entonces sí que estaban. Felices, que es como se les recordará.

Un saludo, Domingo.

sábado, 9 de agosto de 2014

La primera de su especie

Era una criatura, si así podía llamársele, recién nacida. Ningún propósito claro en la vida; vagando de aquí para allí, a la deriva de un proceloso océano carente todavía de grandes peligros. No estaba mal, era como un jacuzzi que no podías parar pero que tampoco mareaba a pesar de estar a merced de las mareas. Se hubiera podido sentir eufórica, inmortal y quién sabe si hubiera podido llegar a serlo en aquella sopa primigenia. Después vendrían más como ellas, muchas más y diferentes. Ahí le perdí la pista. Hay quien dice que, sola, acabó suicidándose en algún río de magma o engullida, millones de años después, por alguna otra célula. ¿Quién sabe dónde andarán ahora esos átomos de carbono, hidrógeno, oxígeno, etc que una vez formaron lo que vino en llamarse "la vida en la Tierra"?. Quizás alguno esté dentro del lector. Quizás.

Vuelta a la anormalidad

Sin duda, hoy en día, tener un buen trabajo es algo raro, inusual, infrecuente o anormal. Entiéndase como bueno que tras poner en la romana a un lado todo lo positivo y al otro todo lo negativo, el lado cargado positivamente siente todavía una gran atracción por la tierra mientras que el lado cargado negativamente casi parece repelido por la misma. Lo común, usual, frecuente y normal en los trabajos que la crisis nos ha dejado es que ambos lados de la balanza parezcan estar casi alineados.

Así pues, la vuelta al trabajo esta semana ha supuesto para mí la vuelta a la anormalidad. Un primer par de días algo más ajetreados, influidos e influenciados por la época estival, temporada alta para el negocio; el resto de la semana buscando un punto de inflexión que presagie un lento declinar hacia el siguiente punto de inflexión que tendrá lugar dentro de unos cuantos meses. El punto de inflexión quizás tarde un par de semanas (o tres o cuatro) en llegar, pero llegará. De igual forma hablo de "punto" en singular pero tendría que hablar de "puntos" en plural. Cada rol del equipo tiene el suyo propio. El "punto" del que yo hablo posiblemente se pudiera entender como el centro de masas de todos esos "puntos" en plural.

Por lo demás, la adaptación ha sido rápida aunque no sé si más o menos que siempre. En dos semanas de vacaciones te da tiempo a desconectar pero no del todo. Es posiblemente la cantidad perfecta. Tuve que consultar el correo un par de veces durante las vacaciones con el fin de hacer más suave esos primeros días. Surtió efecto aunque en realidad no sé si hubiera sido mejor aumentar el grado de desconexión a expensas de que esos par de días hubieran sido más intensos.

El resto de las vacaciones se quedan ahí esperando nebulosamente distribuidos entre el final del mes y las próximas Navidades. Puntos pendientes, el que más las visitas a los amigos descuidadas en muchos casos por ambas partes. Ayer asistí a una boda. En mi mesa compañeros de estudios o trabajo del novio. Amigos recientes. Yo jugaba en otra liga. Amigos de la infancia. Es de las pocas amistades de la infancia con trato relativamente frecuente y continuado (a estas alturas casi no se puede aspirar más que a verse una o dos veces al año). Otra anormalidad.

Tras acostarme tarde, esta mañana fui a jugar al fútbol con muchos de esos amigos de corto o medio plazo. Con la mayoría de los cuales la relación de amistad se reduce simplemente a esos partidos de fútbol. Es posiblemente otro tipo anormal de amistad. Tan anormal como normal era estar acalambrado a la hora de empezar el partido. Me ocurre siempre que no he descansado lo suficiente. Sin embargo esta vez decidí dosificarme y que los calambres no fueran a más. Y no será, ni de lejos, la última anormalidad del día. Todavía queda día y muchas posibilidades y certezas de anormalidades, alguna de ellas quizás ya hasta normales. Pero esa parte del día no está escrita todavía, no como esta entrada, anormal entrada, que aquí toca a su fin.

Un saludo, aunque este de los normales, Domingo.

sábado, 2 de agosto de 2014

Toda una vida

Llevaban toda la vida juntos; no podía recordar un segundo en que ella no estuviera allí. Lamentablemente tampoco podía recordar un segundo en que él hubiera significado algo para ella. No, imposible recordarlo. No existía ese segundo, no podía existir. De haber existido, hubiera podido recordarlo no ya como un segundo sino como otra vida de extensión mayor a la propia. Sin embargo, todo podía cambiar. El miércoles ella cumpliría 5 años y su madre, casi tan guapa como ella, le había pedido a su homóloga que lo llevara a la fiesta. Iría con un regalo tan grande como su amor y todo, todo cambiaría.

Un saludo, Domingo.

Socializando

"Nunca he sido el alma de la fiesta. Que en España seamos bebedores y hasta fumadores sociales tampoco ha ayudado a ello. Sin embargo reconozco que quizás fue por no encontrarme en los círculos adecuados ..."

Eso es lo que empecé a escribir hace más de un mes y lo que dejé en el borrador para que no se me olvidara. ¿Qué motivó dicha frase?. En este caso fue la fiesta de empresa. Me lo pasé bien antes (hubo concursos, mi equipo ganó y eso siempre contribuye), durante y después. Iba junto a un compañero al que tendría que llevar de vuelta al acabar la cena para no ir con los dos coches al lugar del evento. Íbamos con la convicción de que nos volveríamos pronto porque ninguno de los dos es muy dado a tales festejos. Y así lo hicimos.

Sin embargo, reconozco que aquella noche me hubiera quedado un poco más. Es una sensación que, aunque ya conocida pues me ha pasado otras veces, no deja de ser poco habitual. Me pregunto cuáles son los ingredientes de ese cóctel y me imagino que los mismos que haces que quieras estar con una compañía y no con otra. Y me imagino también que es más fácil cuando esas personas no beben o beben con tal moderación que su discurso no se ve modificado durante ese tiempo. La exaltación de la amistad y demás síntomas asociados a la excesiva ingesta alcohólica nunca me han parecido atrayentes.

Así pues, aquella noche me hubiera quedado un poco más. Lo suficiente como para que el alcohol calentara los cuerpos de los compañeros que vinieron del frío. Aunque no solo a los que beben vodka como si fuera agua, posiblemente también a los que prefieren la cerveza. Por lo que me contaron después, la fiesta acabó por do suelen y esos lares sí que no me son afectos. Al menos no del todo. Ahora que toca volver al trabajo tras las siempre escuetas vacaciones, tocará también volver a comer con antiguos y nuevos compañeros. Tocará socializar y, tiempo mediante, que la próxima fiesta pueda ser como la anterior.

Un saludo, Domingo.